José Martínez Olivares
Puede ser una imagen de nubes, horizonte y crepúsculoHoy la aurora me ha sorprendido con un candilazo que anuncia viento y cambio ante el plenilunio del lunes, pero a mí me parece que es un fenómeno que nos denuncia el gran teatro del mundo. Como aseguraba Shakespeare la tragedia se repite como farsa y Venezuela es un claro ejemplo: la oposición a Maduro no encuentra la manera de desplazarlo del poder; primero lo intentaron con Guaidó y ahora está olvidado en algún desván. Ayer, Edmundo González me pareció un muñeco accionado por un ventrículo, más que un político con carisma que reclama su legitimidad; más patética me pareció Ana Corina Machado mostrándose para que el Chavismo la detenga; pero el martirio tendrá que esperar ante la impasibilidad del oficialismo. Mientras, el PP clama contra la dictadura de Maduro en manifestación, haciendo mutis por el foro ante las celebraciones del quincuagésimo aniversario del fallecimiento del tirano.
La sentencia contra Tramp del Tribunal Supremo, solo moral, me recuerda aquellas sentencias saldadas con la multa de una peseta, para señalar la falta de ética, que no delito, del impulsor de la denuncia. Es curioso que en EE. UU. un delincuente convicto puede ser presidente y personajes como Musk y anteriormente Kissinger no, porque no han nacido en los EE. UU.
Los jueces que practican el activismo político, que haberlos hailos, siguen con su cruzada antisanchista, buscando yo qué sé, en parameras y barbechos, mientras permiten que un delincuente como MAR, continúe delinquiendo, mintiendo en el Supremo, según han demostrado los periodistas de la SER y del Diario.es.
¿La humanidad no tiene memoria y es incapaz de aprender las lecciones? Si la tiene pues la historia da refrendo a lo acaecido y el hombre también aprende de estas experiencias ¿Por qué entonces repite las pautas de comportamiento y los errores? Por las razones que aducen Huxley y Ferlosio: el hombre no es libre de las ataduras con origen cultural y antropológicas, de su adoctrinamiento filosófico, de los conceptos abstractos que nublan su entendimiento y de su propia naturaleza, en la que la ambición de poder, la avaricia y el deseo ejercen una fuerza que va más allá que los dilemas morales y el impulso ético.