José Martínez Olivares
Crónicas desde la Misericordia
Hemos empezado el año con los imperialistas y los plutócratas desenfrenados, proclamando sus soflamas en un mundo cada vez más inclinado hacia la ultraderecha. En el primer tercio del siglo XX los plutócratas americanos encarnados en Hearts, Morgan y Rockefeller, dominaban la economía americana y tenían una gran influencia en la política americana, pero encontraban algún freno en los contrapoderes del estado. Hoy Trump controla todos los poderes del estado, incluyendo los mass media desde la Fox y la NBC, pasando por el Washington Post, el New York Times, y las redes sociales que controlan los plutócratas modernos Elon Musk y Mark Zuckerberg que ha anunciado, a través de un extenso post en el blog de Facebook, una serie de cambios en sus redes sociales (Facebook, Instagram, WhatsApp), entre los que se destaca la desaparición de un tercero verificador de información que hasta ahora ejercía la moderación sobre datos o noticias falsas en estas redes sociales; en esto se une a Musk que ya sabemos cómo controla X y su sesgo manipulador; un movimiento destinado a favorecer desinformación que beneficiaría al nuevo presidente republicano. De momento aviso a navegantes: Trump avisa sobre sus intenciones anexionistas sobre el Canal de Panamá y Groenlandia y sus intentos expansionistas con una política agresiva sobre geopolítica, con Elon Musk de embajador. Ojo con él: muchos le tildan de payaso, pero es un megalómano superior a Trump. Ya sé que el proverbio turco dice que si un payaso se muda a un palacio no se convierte en rey, sino que el palacio se torna en un circo; pero también se banalizó a Hitler y ya sabemos lo que pasó.
Reescribir la historia.
El gobierno español quiere celebrar el quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco. Pero no de una forma festiva, sino para recordar a los olvidadizos o advertir a los ignaros de la figura del dictador que durante más de diez años se desayunaba firmando diez penas de muerte. De la figura visible de un golpe de estado que causó una guerra civil con más de doscientos mil muertos y de una dictadura posterior, que no sólo no buscó la reconciliación entre españoles, sino que juzgó y condenó como antiespañoles a los afectos a la república y a los que no comulgaban con el estado único, el único idioma, el partido único, la religión única y una sola ideología. Los herederos de los vencedores de la guerra fratricida nunca han condenado el franquismo y aún hoy en día lo celebran como una victoria sobre el comunismo. Una cruzada contra los enemigos de dios y aúnan república y guerra civil. Como si la primera fuera el resultado de la segunda y no una represión contra la democracia y la libertad. Son consecuentes y abominan de esta celebración que consideran sesgada y parcial, alejándose de los verdaderos demócratas y negando las realidades que llevaron a la sublevación a los facciosos.
El fascismo español siempre se ha caracterizado por subvertir la realidad de forma interesada. El golpe militar, según ellos, fue una cruzada para salvar a España del comunismo. Los fieles a la república se tornaron en rebeldes y fueron condenados y ejecutados por auxilio a la rebelión. España como en tiempos de los Reyes Católicos se convirtió en una unidad de destino en lo universal: un solo partido, un solo credo, un solo territorio. Patriota era el que abrazaba estos conceptos con fe marcada a fuego y con “adhesión inquebrantable” al caudillo único. El faro y guía de la nave que debía de conducir a buen puerto a la patria indisoluble.
Tras la victoria se acalló de forma drástica a los republicanos, exterminando toda oposición con la muerte y en el mejor de los casos con prisión o exilio. Durante cuatro décadas se persiguió a los opositores de forma cruenta, mientras los juglares del franquismo escribían las mejores páginas de una historia idealizada que ensalzaba los grandes logros del régimen sin contestación por parte de una prensa oficial domesticada y una oposición yugulada y acallada. Al fallecer el dictador, el tardo franquismo se trasformó para que nada cambiara y se glorificó a la transición política entre cantos de todos los protagonistas. De buenas a primeras, todos aquellos que acudían a la plaza de la Opera a vitorear al caudillo se transformaron en demócratas convencidos que abrazaron la libertad con fe de carbonero. Si el silencio impuesto desde arriba había sido el santo y seña durante la dictadura, la transición selló en tumba egipcia los excesos del franquismo, por el bien de todos y la concordia. Algo que tiempo después no cumplirían los pseudohistoriadores del neofranquismo como César Vidal y Pío Moa que han intentado reescribir la historia ensalzando el franquismo y culpabilizando a la república de la guerra civil.
Mientras, los trabajos de Javier Tussell, Paul Preston, Pedro Carlos González Cuevas, Alberto Enrique Moradiellos, Francisco Espinosa Maestre, Carlos Rilova Jericó, Helen Graham, Santos Juliá, Gabriel Cardona, Edward Malefakis y Ángel Viñas, han señalado la manipulación de los hechos históricos, dichos trabajos no han trascendido a la opinión pública, y han quedado relegados a un ámbito académico. La falta de coraje de los gobiernos socialistas en aplicar la memoria histórica y desmontar los residuos del franquismo ha hecho crecer esta corriente de reinterpretar la historia de forma sesgada. Continuamente bombardean las RRSS con panfletos en los que se enumeran los supuestos logros del franquismo, que solo son bulos interesados, pero que la ignorancia hace que calen en la opinión pública. Un ejemplo de ello es el revival fascista protagonizado por el partido neandertal. Pio Moa en otros momentos señalado como el gran historiador, el hagiógrafo del franquismo últimamente está resguardado en la nevera por su pasado: formó parte de los Grapo, un grupo terrorista (el brazo armado de PCR ® ) que realizó diversos atentados a finales de los 70. Después de la tinta que se ha vertido contra Bildu y el padre de Iglesias que perteneció al Frap. Es lógico que la derecha posfranquista, eche un tupido velo sobre el asunto.
Mariano Rajoy, ese hombre gris, situado siempre de perfil para dar una imagen de moderación que en la realidad-ahora más que nunca con la Kitchen-era impostada, durante dos legislaturas bloqueo la ley de Memoria Histórica de Zapatero en un ejercicio antidemocrático, muy del estilo del tancredismo del que hizo gala. Dejar las cosas hasta que se resuelvan solas o se pudran. Pero los conflictos no resueltos terminan por salir y estallan sin control alguno. Esta falta hizo que el protagonismo, y la financiación de la búsqueda e identificación de las víctimas, recayera en los familiares y organizaciones humanitarias. Con la nueva ley aprobada, se podrá identificar “lugares de memoria democrática” o la resignificación del Valle de los Caídos.
Esperaba que ahora se repararan estas injusticias que tanto daño han hecho a los familiares de las víctimas y que han empañado de forma ignominiosa la imagen de la mal llamada concordia de la transición. Mal puede llamarse a la reconciliación entre hermanos, teniendo en las cunetas a miles de ellos, ni hablar de abrir heridas por parte de aquellos que durante 80 años no han permitido que se cerraran. Pero otro gallego gris en connivencia con los cavernícolas ha vuelto a bloquear la ley en las autonomías que gobiernan llamando de forma pomposa a la componenda ley de concordia. Las ‘leyes de concordia’ de Aragón, Comunidad Valenciana y Castilla y León proponen suprimir términos como ‘dictadura’, no obligarán a retirar símbolos franquistas, eliminan el mapa de fosas comunes y retiran subvenciones a organizaciones que lleven a cabo tareas en favor de la memoria democrática. No es de extrañar que no se sumen a las celebraciones del quincuagésimo aniversario; pues no estaba muerto, no, no, que estaba tomando cañas, leré, leré. Seguramente con la frutera de Chamberí.
Esperaba que ahora se repararan estas injusticias que tanto daño han hecho a los familiares de las víctimas y que han empañado de forma ignominiosa la imagen de la mal llamada concordia de la transición. Mal puede llamarse a la reconciliación entre hermanos, teniendo en las cunetas a miles de ellos, ni hablar de abrir heridas por parte de aquellos que durante 80 años no han permitido que se cerraran. Pero otro gallego gris en connivencia con los cavernícolas ha vuelto a bloquear la ley en las autonomías que gobiernan llamando de forma pomposa a la componenda ley de concordia. Las ‘leyes de concordia’ de Aragón, Comunidad Valenciana y Castilla y León proponen suprimir términos como ‘dictadura’, no obligarán a retirar símbolos franquistas, eliminan el mapa de fosas comunes y retiran subvenciones a organizaciones que lleven a cabo tareas en favor de la memoria democrática. No es de extrañar que no se sumen a las celebraciones del quincuagésimo aniversario; pues no estaba muerto, no, no, que estaba tomando cañas, leré, leré. Seguramente con la frutera de Chamberí.