José Martínez Olivares

Siempre he dicho que como al toro, al enemigo hay que ofrecerle una salida. El terrorismo de estado, la represión y los actos de ocupación de territorios con implantación de colonos, el muro y el aislamiento de Gaza, crean el caldo de cultivo para actos terroristas de Hamás que serán respondidos por actos todavía más desproporcionados por Israel que jamás serán tildados de terrorismo por la prensa occidental, aunque un inocente muerto es igual, sea de la etnia que sea y los victimarios son criminales independientemente de unos sean demonizados y otros aplaudidos por el derecho internacional. Un terrorista es aquel que genera víctimas inocentes de forma tan indiscriminada que no permite que nadie se sienta a salvo. Todos se sienten una posible víctima.

Israel provocó su reconocimiento como estado por muy diversos motivos: ocupación de la Palestina bajo mandato británico con emigrantes judíos supervivientes del holocausto y con acciones de varios grupos armados (como el Leji y el Irgún), formados con el objetivo de acabar recurriendo a actos terroristas que provocara las dudas del mandato de los británicos. De esta forma, ante la imposibilidad de resolver un problema cada vez más enrevesado, el Reino Unido recurrió a las Naciones Unidas, que el 29 de noviembre de 1947, decidieron la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío quedando Jerusalén bajo la administración de las Naciones Unidas. Todo esto provocó una guerra civil que, con alteraciones temporales y ceses del Statu Quo, permanece. Un conflicto latente que ha vuelto a estallar con el ataque terrorista y suicida de Hamás y que no tiene visos de solución entre dos sociedades con credos, cultura y sensibilidades distintas. Se puede orar en el Muro de las Lamentaciones o en la Mezquita de Omar, pero si no se reza en aras de la concordia y de la buena voluntad hacia los demás, dios no bendecirá a los que faltan a su ley principal: no matarás.

 

167 Contradicciones en tiempos de crisis

 

Todos tenemos, bueno, algunos, un discurso al que acompañamos con contradicciones que, si no lo anulan, al menos lo empañan. Los inmovilistas solo se mueven para evitar que otros lo hagan; los unionistas alientan martilleando a aquellos que no lo son y provocan lo contrario que pretenden. Las fracturas es mejor no producirlas y no tener que sanearlas con escayola o pegarlas con Araldit. La tolerancia es el mejor sistema que se conoce para crear ambientes de comprensión, no pregonar con altavoces nuestro discurso que por más que se pretenda, nunca seducirá a aquellos a los que negamos. Es el diálogo, siempre discursivo el que sirve para aflorar síntesis que lleven al entendimiento. El diálogo de los puños y las pistolas joseantoniano solo sirve para la dominación y la represión. El discurso anticuado de los dinosaurios propios y extraños que niegan a Darwin y a Sánchez sólo sirve para la reafirmación de la nueva política. Es curioso que el discurso negacionista de la derecha extrema y de la extrema derecha con respecto a la amnistía ha hecho por su obsesiva y paranoica idea haya hecho el trabajo en la sociedad española, que ya considera como acordada y amortizada la medida de gracia. Y lo paradójico es que el PSOE y menos su líder, hasta ahora no ha pronunciado la palabra tabú.

La derecha ha preparado el guiso y pese a la demonización, la sociedad lo ha consumido antes de conocer la receta. Se habla mucho de Pedro Sánchez, la derecha para mal, pero hay algo que le distingue de todos los líderes que han transitado por la derecha: que es imprevisible, y esto hace que siempre juegue con el comodín. Eso distingue a los crac de los mediocres: que son indetectables por las defensas, como Bellingham.

El señor Feijóo, tan amigo de definir a los demás ha adjetivado a Pedro Sánchez como reaccionario en base a que quiere pactar con el “demonio” Puigdemont para “conservar” el poder. El señor Feijóo, como siempre, yerra el tiro y llama a otros con el sustantivo que lo define. Según el diccionario de la RAE y el lenguaje político, un reaccionario es aquel que tiende a oponerse a cualquier innovación o progreso. El reaccionario se opone al progreso, a la innovación y al avance en todos los planos, en el político, en el social y en el económico. Le gusta vivir la realidad actual, pero aún más en un ideal pasado, en los que los valores eran incluso anteriores a los vividos en su contexto. Es un término peyorativo que nació en la revolución francesa para definir a los antirrevolucionarios. Si nos vamos a los sinónimos ya se nos liman las posibles dudas: conservador, retrógrado, tradicionalista y carca. Su partido ultraconservador a votado en contra de todos los derechos y los avances sociales en el Congreso. Sólo en la última legislatura ha votado en contra de la ley de Eutanasia, reforma del salario mínimo, reforma laboral, ingreso mínimo vital, ayuda gasolina, exhumaciones, ley del sí es sí, subida pensiones IPC, ERTES, renovables, excepción ibérica, 2023, bajada IVA alimentos básicos, subida 8,5% pensiones, ley trans, hipoteca variable, límite alquiler, 200 € vulnerables…Reprochan a los demás lo que ellos abanderan y niegan los pactos para gobernar después de haberlos firmado en ayuntamientos y comunidades con la carcundia. Todo un ejercicio de hipocresía. A la derecha del señor Feijóo se le llena la boca con las palabras libertad e igualdad, algo que aplaudo, pero se les olvida el tercer pilar que se fundamentan los derechos humanos: la fraternidad.