MATEO FERNÁNDEZ GONZÁLEZ. Profesor

Madrid, 25-01-2022

Cuando un problema entre grupos sociales permanece en el tiempo, más si se da en gran parte de los grupos sociales similares, ese problema tiene raíces profundas que es forzoso tener en cuenta.

La oposición Derecha-Izquierda cumple las condiciones. Estamos hablando de un problema social, político, cultural o antropológico, según se mire, que ha tenido diversas expresiones a lo largo de la Historia: ricos-pobres, patronos-obreros, patricios/nobles-plebeyos etc.

Vamos al grano. No soy antropólogo, vaya eso por delante. Pero pienso que la oposición Derecha-Izquierda (política, claro) enraíza con dos instintos básicos no solo de los humanos, sino de todo el mundo animal: el instinto de posesión y el instinto de pertenencia a un grupo. Ambos instintos no son sino expresiones de un instinto básico más radical, que es el instinto de conservación: un ser vivo, un animal, un ser humano necesita poder apropiarse, de la forma que sea, de los objetos que le son vitales: comida, vestido, refugio. Es el instinto de conservación del individuo. El instinto de conservación de la especie se expresa primero mediante el instinto sexual y en segundo lugar por la asociación con otros para poder sobrevivir, defenderse y progresar. Es la dimensión o el instinto social.

Me salto la expresión de este asunto en las diversas etapas de la humanidad para no aburrir. Para nosotros, seres muy civilizados ya, el instinto de posesión se expresa ahora como derecho de propiedad y el instinto de pertenencia al grupo es la base de toda organización social, que implica derechos y deberes, regulados por las Constituciones y las leyes, y que se expresa en la lengua común, la cultura y los valores propios y, especialmente en la solidaridad que sentimos con ‘los nuestros’, sobre todo en las desgracias.

 

Digamos que el instinto de posesión es más radical que el instinto social porque afecta a la existencia misma del propio individuo.

El instinto social es lógicamente posterior, menos radical. Su desarrollo supone una cierta organización social (“primum vivere deinde philosophari” que decían los latinos). Esto tiene, en mi opinión, importantes consecuencias.

El meollo del problema es que ambos son instintos básicos, están ya en el código genético de los seres humanos y, por consiguiente, exigen ser tenidos en cuenta.

Hablemos ya de política. La ideología de la Derecha tiende a ser simple: la defensa del derecho de propiedad. Sobre esa base ha pretendido desarrollar toda su teoría social: es necesario respetar al máximo la libertad del individuo para que desarrolle su iniciativa en la búsqueda de la riqueza. Se confía en que el ejercicio de esas libertades individuales vaya corrigiendo por sí misma los efectos negativos y termine por redundar en el bien de toda la sociedad. Ese bien es, para ellos, la creación de riqueza.

Se entiende así que la última convención del Partido Popular no haya producido ningún documento programático; no lo necesita. Simplemente ha tomado decisiones orientadas a intentar conseguir el triunfo en las próximas elecciones generales. Los gobiernos de la derecha suelen ser poco productivos en legislación, salvo en aquellos temas que afectan a sus intereses económicos. Es un dato claro en la historia política de los últimos 40 años en España y evidente en la Comunidad de Madrid en lo que va de legislatura.

La política de la Derecha produce desigualdad, tanto en tiempo de prosperidad como en tiempo de crisis. El número y la riqueza de los ricos ha crecido en España tanto antes de la crisis de 2008 como durante ella; y lo mismo ha sucedido con la pandemia. Pero la sensibilidad de la derecha ante este problema es muy escasa. No se plantean resolverlo. Más bien parecen pensar que la desigualdad es una condición necesaria para que el mercado funcione y la economía progrese. Si la izquierda presiona o el descontento empieza a resultar peligroso, entonces ceden algo en temas sociales. Tratan sin embargo de que al final el resultado beneficie a los suyos: hospitales, colegios, centros sociales… de gestión privada.

El pecado de la Derecha es la avaricia y su consecuencia la corrupción, tan frecuente en su gestión.

Los partidos de derecha suelen tener más éxito electoral del que podría resultar razonable en democracia, a juzgar por el número de personas que salen beneficiadas por su política, siempre una minoría. ¿Explicación? Volvemos a la genética: el instinto de propiedad es más básico que el instinto social, requiere menos reflexión. De modo que la mayoría de la gente, que no suele ser rica, es sin embargo con frecuencia “rica de corazón”, quisieran ser ricos, admiran a los ricos y famosos, se identifican con ellos… y les votan.

Vayamos al campo contrario. Los partidos de izquierda tienen como objetivo la solidaridad, expresada en reparto de la riqueza o Estado de Bienestar. Desarrollan mucho más su ideología, producen más documentos programáticos, más legislación, tienen más claro un proyecto de país… de Unión Europea, incluso de mundo. Pero su éxito electoral con frecuencia no se corresponde con la mayoría a la que su política trata de favorecer. ¿La causa? La solidaridad no responde a un instinto tan básico como el deseo de riqueza; requiere reflexión y comporta renuncias, es decir, impuestos..

Moralejas:

1.-La oposición derecha-izquierda es más que probable que no desaparezca nunca. En ella se expresan las tendencias más básicas del ser humano. De modo que el secreto anhelo de todo político de derecha o de izquierda de eliminar o hacer que desaparezcan los del otro lado es un anhelo imposible. Y la guerra ya no es una opción, felizmente. Bueno, esperamos.

2.-Así que antes o después, de una forma o de otra, si se quiere que una comunidad política, del ámbito que sea, se construya y funcione de una forma razonable, será preciso convencerse de que es imprescindible programar y llevar a cabo un diálogo entre la derecha y la izquierda, estar dispuestos a renuncias a corto plazo para alcanzar objetivos duraderos a plazo medio y largo. Eso va a requerir, por parte de todos, pero quizá más por parte de la izquierda, mucha paciencia y no poca empatía.

Los militantes de izquierda tenemos la secreta esperanza de que, si ese intento de diálogo tiene éxito, el resultado estará más cerca de nuestro proyecto que del opuesto. Simplemente porque entendemos que el nuestro es más razonable y más justo.