ALFREDO LIÉBANA COLLADO. Profesor

 

Recordamos los términos populismo y popular utilizado por los políticos, huyendo en lo posible de interpretaciones interesadas, por lo que lo mejor es ir a la RAE, donde se indica: “populismo es la tendencia política que pretende atraerse a las clases populares” y popular sería: “perteneciente al pueblo”; “perteneciente o relativo a la parte menos favorecida del pueblo”; “Que es estimado o al menos conocido por el público en general”, entre otras acepciones similares. Partiendo de lo anterior, al estudiar los populismos, lo vemos criticado como un término negativo, mientras un político popular es una acepción positiva. No hay que olvidar tampoco que algo que sea popular no tiene porqué ser ni necesariamente verdadero, ni siquiera lo más razonable, existiendo cientos de ejemplos. Pero, ante esto ¿qué partido no pretende atraerse a la mayoría de una sociedad? Concluiríamos, por lo tanto, que todos los grupos políticos articulan sus propuestas como populistas para ser populares, pero ¿cuál es la razón del empleo de ese uso tan peyorativo que utilizan unos frente a otros?

En algunos países el término populismo se utilizó reforzando el nacionalismo y tiempos coloniales, así por ejemplo Margaret Thatcher en Gran Bretaña reforzó el orgullo inglés con la guerra de las Malvinas ante el espejismo del Imperio perdido. Sus gobiernos aprovecharon ese clima populista para combatir sin descanso a los sindicatos alejándolos de sus bases electorales, su objetivo era romper los difíciles equilibrios en las relaciones sociales existentes desde largo tiempo atrás, construyendo como resultado una nueva legitimidad, la del aumento de la prosperidad del país a cualquier precio, pero que resultaba ser sobre todo el de las minorías financieras. Las mayorías electorales se obtienen por articulación del hartazgo social ante los conflictos laborales, resultado de una acelerada desindustrialización, al abandono de la minería (algo vital en zonas del norte del país) y por la privatización de servicios públicos, lo que produce un aumento del paro. La impotencia política de los laboristas tras sucesivas derrotas electorales, añadido a la escisión de un sector de las clases medias al partido liberal demócrata, ha provocado una esterilidad frente a los conservadores al ser el sistema electoral británico mayoritario, pensado para la representación exclusiva de los ganadores en cada distrito. En este proceso las técnicas populistas se traducen mayoritariamente al final en voto popular.

En Europa la izquierda moderada socialdemócrata ha tenido hasta época reciente una importante presencia en los gobiernos, pero empiezan a surgir otros movimientos conservadores de nuevas opciones de organización social, como los que llevaron a Thatcher al poder. Los argumentos de la derecha son simples y transversales de carácter simbólico, como la defensa de la bandera de una forma sobreactuada; El imperio y la unidad religiosa que aglutina los sentimientos de un amplio sector de la sociedad, aunque muchos tengan otras ideas sociales; la familia como unidad básica de convivencia, etc…

Los partidos conservadores representan los intereses de grupos sociales heterogéneos desde las clases altas (claramente exclusivistas), sectores de clase media, grupos de raíz religiosa, liberales económicos, etc…; Estos grupos formalizan sus argumentos como una distinción del resto como superación de su posición de partida.

Si analizamos la historia el populismo aparece especialmente en situaciones de crisis ¿Pero… el populismo llevado por los políticos es de izquierdas, o de derechas?

             Recientemente en el terreno internacional hemos tenido con Trump una muestra exacerbada de este populismo en EE.UU., allí el problema era que sigue existiendo una fuerte discriminación social por diversas razones, partiendo de una diferenciación antigua entre el Norte y el Sur, que actualmente se han ido mezclando en unas diferencias entre lo rural y lo urbano, entre las zonas más densamente pobladas y las menos, entre las zonas con mayor aversión a la diferenciación racial, que en muchos casos realmente resulta ser simplemente una diferenciación entre ricos y pobres como es en el caso de los inmigrantes ilegales de los países centroamericanos fundamentalmente.

El populismo de Trump se ha basado en una estrategia de eliminar los intermediarios sociales con lo que ha ido permanente contra el periodismo como intermediario, resultando al final que hasta la conservadora FOX le ha abandonado, al insistir en las recusaciones increíbles al recuento electoral y ha terminado por tildarle de mentiroso. Trump ha indicado que él representa al pueblo al haber ganado las anteriores elecciones, conectándose directamente, por eso utiliza herramientas como Twitter, enviando mensajes cortos y sin respuesta articulada, con lo que consigue tener cientos de miles de seguidores a los que llega con sus mensajes. De esta manera se llega a una situación donde Trump niega sin pudor lo evidente, como es el caso de la pandemia, en lo político menosprecia al Congreso y al Senado, incluso lo hace también muchas veces a sus propios colaboradores, a los que ha cambiado constantemente cuando no seguían a la misma velocidad sus afirmaciones irreales, y manteniendo a pesar de ello una alta popularidad, lo que dice poco de la madurez de amplios sectores de la sociedad americana. En el último proceso electoral ha perdido el gobierno, pero su presencia ha movilizado nada menos que a un 46,8 % de los votantes y con que hubiera tenido solo 43.000 votos más en tres Estados (Arizona, Georgia y Wisconsin) podría haber ganado, a pesar de que Biden obtuvo 81,2 millones frente a los 74,2 millones de Trump, al estar el sistema electoral norteamericano basado en la representación por un cuerpo electoral formado por unos electores intermediarios por cada Estado, y al ser éstos de una gran heterogeneidad en población, y no realizarse por el voto directo.

Al final podríamos concluir que el populismo es una estrategia para alcanzar el poder, no una ideología, por lo tanto, los populismos crecen en las crisis, pero después de alcanzar el poder, suelen convertirse en estructuras similares a las que pretenden sustituir, con la diferencia de que al estar promovidas muchas veces con un fuerte liderazgo carecen de los controles y condicionantes que deberían ejercer los partidos políticos.