JORGE TINAS GALVEZ. Exconcejal del Ayto. de Madrid.
14-05-2022
Dice Manuel Escudero en su reciente libro sobre la Nueva Socialdemocracia. “La socialdemocracia clásica requiere una renovación para adaptarse a las nuevas condiciones del capitalismo del siglo XXI”.
A la vista de lo ocurrido en Francia, con el hundimiento del PS y su entrega a la izquierda populista de Mélenchon, debemos preguntarnos si ese debe ser el camino de la renovación. Es evidente que la sociedad española difiere de la francesa pero en la evolución política cada vez se parecen más. Si en una sociedad tradicionalmente politizada y con histórica implantación de la izquierda, con un estado del bienestar más consolidado que el nuestro, el “malestar” está permitiendo el notable avance de la extrema derecha, no podemos dejar de preguntarnos qué podemos hacer, cuando estamos viendo el paralelismo de esta situación en nuestro país.
En nuestro caso la situación es bastante peor, si cabe, porque en nuestros vecinos del norte no se dan condiciones económicas y sociopolíticas tan graves como en España, cuyo elevado nivel de paro, elevada inflación, creciente endeudamiento y problemas de estructura territorial, dificultan mucho las soluciones.
Pese a todo el principal problema de nuestro país es la desigualdad creciente, muchos son los datos que lo ratifican, pero tomando algunos del Informe de Oxfam Intermón puede leerse que casi 800.000 personas han caído en la pobreza severa debido al Covid-19. Si se toma como base aquellos que viven con menos de 16€/día la cifra sube a 5,1millones de personas el 10,8% de la población y según datos de Eurostat el riesgo de pobreza, agudizado por la subida de precios por la inflación puede alcanzar al 25% de la población.
En esta situación el Gobierno del PSOE, bajo el apoyo económico de la U.E. ha hecho el mayor gasto social de la historia para intentar paliar esta situación. Aunque muchas siguen siendo las carencias sociales y muchas las deficiencias del proceso de recuperación no pueden discutirse los esfuerzos e incluso algunos resultados alentadores, como la disminución del paro. No obstante, la obscenidad dialéctica de algún dirigente del PP, como la Presidenta de Madrid se ha permitido decir que en esta Comunidad no hay clases sociales, cuando precisamente en la CAM, la más rica de España, se dan las mayores desigualdades. Afirmaciones como esta podrían carecer de relevancia por su extremismo y coherencia con el modo de hacer política de esta dirigente popular, pero el problema radica cuando se minimizan por los medios estos discursos que suponen el más profundo desprecio hacia parte de la ciudadanía y no se producen las reacciones de rechazo que serían normales en una sociedad no ensimismada por otros problemas de menor entidad hacia los que nos dirigen la atención esos propios medios dirigidos por el capitalismo del siglo XXI.
No sería todo ello tan relevante si no fuera por el desconcierto que nos produce a quienes sentimos y vivimos los principios de la socialdemocracia, ver como la radicalidad y la mentira obscurecen la realidad social y van ganando terreno, tal como se manifiesta en los diversos estudios sobre intención de voto.
En esta situación nada es más importante que el debate ideológico que retome los principios básicos de libertad e igualdad, la “nueva socialdemocracia” no puede ser una adaptación tecnocrática a los nuevos problemas de la sociedad, por ello resulta insuficiente ver en los textos congresuales o convenciones largos listados de temas pero escaso espacio para el debate de cómo hacer llegar a esta sociedad abrumada por complejas transiciones: Demográfica, Ecológica, Tecnológica, que las propuestas tecnocráticas para abordarlas solo conducirán a más desigualdad y que frente a ello es necesario el rearme ideológico.
Hay que convencer a la sociedad que la humanidad solo puede sobrevivir si halla el camino de la solidaridad con sus congéneres y con la Naturaleza en la que vive. Si la proeza histórica e intelectual de la izquierda consistió en creer en las utopías del progreso técnico, político y social, no hay que renunciar a ese principio de esperanza. Hemos de pensar que la socialdemocracia no está muerta y que solo el Estado social puede superar las estrategias que propone el conservadurismo dominante, que solo fomentan un concepto individualista de la libertad.
Ese rearme ideológico pasa por la política y recordando a Oskar La Fontaine podemos decir que a la política le corresponde la tarea de asegurar el cambio positivo en el sentido de la Ilustración en su camino hacia la libertad y una vez más corresponde la izquierda asumir el reto del presente y del futuro y de tomar la iniciativa de rehumanizar el progreso para devolver al hombre su protagonismo en la Historia.