Han sido tantas las referencias encontradas en los últimos tiempos al libro de S.Levistsky y D. Ziblatt, “Cómo mueren las democracias“, que parecía inevitable su lectura para cualquiera que esté atento a lo que está ocurriendo en la política española, especialmente tras los recientes acontecimientos.
El libro analiza cómo ha evolucionado la democracia en Estados Unidos a lo largo de la historia, las muchas incertidumbres vividas hasta llegar a la situación de estabilidad que parecía haberse alcanzado con el equilibrio entre los partidos demócrata y republicano, todo ello distorsionado por el ascenso de Donald Trump y su uso permanente de la mentira como arma política, ese instrumento que ahora es el habitualmente utilizado por algunos de sus seguidores en nuestro país.
Si la derrota sufrida por el Gobierno del PP, junto al deshonor de Aznar, tras sus mentiras tras el drama nacional vivido hace 20 años, dieron origen a las primeras descalificaciones y negaciones de legitimidad del Gobierno de Zapatero, quien sufrió durante su mandato ataques implacables e injurias en relación con las relaciones con ETA, lo que está ocurriendo ahora no tiene parangón. Como decía nuestro eminente politólogo Juan Linz, la actitud de los políticos puede apuntalar la democracia, pero también hacerla tambalearse.
Cuando un partido que se llama de Estado y aspira a gobernar utiliza como único instrumento para llegar al poder la mentira, la calumnia y la manipulación informativa de algunos medios controlados por la más extrema derecha, cuyo desprecio por el sistema democrático está más que demostrado, está adoptando comportamientos que solo pueden causar preocupación a cualquiera que crea en los fundamentos más básicos de nuestro sistema.
Como dicen los autores del libro citado, hay señales en las actuaciones políticas que evidencian que la democracia puede estar en peligro. Esto ocurre cuando:
- Se intenta socavar la legitimidad de un gobierno negándose a aceptar los resultados electorales.
- Describiendo a los adversarios como subversivos o contrarios al orden constitucional establecido.
- Tolerando o fomentando la violencia que supone el linchamiento de los adversarios
- Al predisponerse a restringir derechos o libertades civiles.
No resulta difícil encontrar ejemplos que durante los últimos años, desde que los socialistas están en el Gobierno, se ajusten exactamente a estos comportamientos por parte de la derecha y la extrema derecha y que no nos quepa duda, cuando las normas de la tolerancia y el respeto mutuo zozobran la democracia se resiente.
Tal como han evolucionado los acontecimientos, la inédita decisión del Presidente de Gobierno, abrumado al comprobar que la oposición ya no tiene límites para buscar su destrucción, evidencia una situación política cuyo alcance va más allá de la crisis que provoca el hecho en sí. Es necesario que meditemos lo que representa para nuestra democracia el que se quiera acabar con un presidente legitimado por unos resultados electorales y amparado por ello por la necesaria mayoría del Parlamento, no mediante la establecida norma de la moción de censura, si es que así estuviera justificado, sino haciendo uso de los argumentos presentados por una organización de reconocido carácter antidemocrático, con un largo historial de denuncias basadas en mentiras y calumnias, como finalmente demostraron los tribunales y que ahora incluso reconoce que sus informaciones pueden ser falsas.
Por todo ello, defender al Presidente no es una labor que deba quedar restringida a los militantes socialistas y a los ciudadanos de izquierdas, sino que esta defensa debería trascender a todo aquel que comparta las reglas mínimas de la democracia y que esta crisis pueda servir para algo que muchos deseamos, que se acabe con el enfangamiento de la política, que no solo deteriora la democracia sino que alienta a los antisistema, crea un alejamiento de la ciudadanía de sus dirigentes políticos y por ello, los cimientos de la democracia representativa se tambalean.
Colectivo ESPACIO DEBATE SOCIALISTA «Fernando Martos»