MATEO FERNÁDEZ . Profesor
Madrid, 25 de Marzo de 2022
La guerra está donde está; básicamente donde la ha puesto Putin: en la destrucción, la muerte y el exilio. El mundo occidental está respondiendo de la mejor forma que se les está ocurriendo a sus dirigentes, poniendo el acento en el castigo económico a los principales culpables e indirectamente a la economía de Rusia, con consecuencias no deseadas, pero no por eso menos graves en gran parte del mundo. El segundo pilar de la respuesta es la ayuda al pueblo y al ejército de Ucrania, ayuda humanitaria y de material militar, sin participar con una intervención militar directa, para no provocar el desencadenamiento de una guerra abierta, que pudiera ser una III Guerra Mundial, incluso con armamento nuclear. Y el tercer pilar de la respuesta es la acogida a los ya varios millones de refugiados que el conflicto está ocasionando.
No voy yo a discutir esta respuesta, que ha sido consensuada por Europa y Estados Unidos tras una intensa reflexión sobre los condicionamientos existentes.
Simplemente a mí se me ha ido el pensamiento a Gandhi. Y quiero compartir este pensamiento, que ya sé que es inútil en este momento. Pero reflexionar sobre los problemas siempre ofrece la posibilidad de poder comprenderlos mejor. Ni espero ni deseo que aprendamos de esto para la próxima vez, porque espero que no haya otra vez como esta.
Y ahora Gandhi y su estrategia de protesta no violenta y desobediencia civil.
Gandhi no se inhibió ante el problema de la colonización de la India por Inglaterra, sino que tomó la decisión de impulsar una resistencia activa a favor de la independencia de la India.
Gandhi tomó la decisión de promover una respuesta no violenta; y encontró una respuesta favorable en una gran parte de la población.
Gandhi luchó en esa línea, sin desfallecer, durante mucho tiempo.
La lucha costó muertos, sí, pero muchísimos menos de los que va a costar esta guerra. Y no hubo destrucción ni exilio masivo.
Gandhi consiguió finalmente la independencia de la India; y eso fue no solamente una victoria política, sino también y sobre todo una victoria moral.
Los inconvenientes de la respuesta militar actual: son, al menos, los siguientes:
-una enorme destrucción material que, en caso de que se consiga rechazar la invasión, necesitará una cantidad gigantesca de recursos y décadas de trabajo para desescombrar y reconstruir todo lo destruido;
-una enorme destrucción psicológica en los millones de refugiados (especialmente en los niños y adolescentes) cuyas familias se han roto en la mayoría de los casos, puesto que los hombres en edad de combatir se han quedado en el país para luchar; parecida destrucción psicológica en los que se han quedado luchando, lejos de sus hijos y mujeres; toda la angustia que estas personas están pasando y seguirán pasando mientras dure el conflicto;
-una pérdida definitiva de los miles de personas que han muerto ya y que van a seguir muriendo (incluidos los soldados rusos), con el poso inacabable de tristeza que su muerte causará de por vida en los suyos;
-una cantidad de problemas en el resto del mundo, inicialmente económicos, y después ya veremos de qué tipo, cuyo volumen y alcance todavía no sabemos ni siquiera imaginar, y que pagarán principalmente, como siempre, las clases más pobres de cada sociedad.
Solo una pregunta: el balance de esta respuesta, sin duda valiente y generosa, al final ¿habrá valido la pena? ¿Habría sido posible una estrategia menos traumática a base de protestas no violentas y desobediencia civil?